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martes, 5 de julio de 2011

lunes, 6 de diciembre de 2010

domingo, 31 de octubre de 2010

Universalismo Constructivo y Estructura por Joaquin Torres García


Al trazar nuestros diseños, no hemos tenido en cuenta la dimensión de los objetos tal como están relacionados en la realidad (aquí pueden ser de igual tamaño una botella y un hombre), porque esta dimensión relativa (real) no nos interesa. Nos interesa o puede interesarnos si la dimensión marca jerarquía; es decir, si tiene significado; pero sobre todo, la dimensión nos interesa como proporción. De ahí que conviene que el dibujo sea planista (geometral) a fin de que todo pueda medirse y así establecer relaciones armónicas.
No nos importa la deformación, porque ya hemos cortado con el orden normal para ponernos en un orden estético. El artista opera con formas y no con cosas, porque lo que él está haciendo es un ordenamiento plástico, y no la reproducción de un aspecto natural.
Nuestro sistema de proporciones se basa en la llamada sección áurea (el segmento dividido en media y extrema razón) y que, en números es esto, y para que lo entienda: a/b = b/( a+b)
Dicho de otra manera más simple, se reduce a esto: A es a B, como B es a C. Numéricamente, la proporción es: 0,618 = 1/(1+0,618)

La manera práctica de encontrar tal proporción (aparte de la matemática) se reduce a trazar un pentágono y luego con él, la estrella de cinco puntas cuyas intersecciones nos darán la sección áurea. Pues bien: hallada la proporción, no tenemos más que fabricarnos un compás basado en ella, y que será éste:
No moverse de esta regla, sea para lo que sea. Más adelante volveremos sobre este tema. Después, es importante establecer el equilibrio en el cuadro. Conviene situar los puntos armónicos como en un sistema de contrapunto. Me explicaré: crear un desequilibrio para luego restablecerlo. Así obtendremos un funcionalismo en los planos del cuadro o en los volúmenes de la escultura y arquitectura. Hay que partir, pues, de lo asimétrico. Ahora se comprenderá lo importante que es el plan ortogonal para el ordenamiento de una obra. Joaquín Torres García. 1934,1940

jueves, 26 de agosto de 2010

Mi Tio, de Jacques Tati













MI TÍO(Mon oncle)
Dirección: Jacques Tati.País: Francia.Año: 1958.Duración: 115 min.Género: Comedia.Interpretación: Jacques Tati (Sr. Hulot), Jean-Pierre Zola (Sr. Arpel), Adrienne Servantie (Sra. Arpel), Lucien Frégis (Sr. Pichard), Betty Schneider (Betty), Jean-François Martial (Walter), Dominique Marie (Vecina), Yvonne Arnaud (Georgette), Adelaide Danieli (Sra. Pichard), Alain Bécourt (Gerald Arpel).Guión: Jean L'Hôte, Jacques Lagrange y Jacques Tati.Producción: Jacques Tati.Música: Franck Barcellini y Alain Romans.Fotografía: Jean Bourgoin.Montaje: Suzanne Baron.Diseño de producción: Henri Schmitt.Vestuario: Jacques Cottin.Estreno en Francia: 10 Mayo 1958.Reestreno en España: 4 Julio 2003.
SINOPSIS
El Sr. Hulot (Jacques Tati) es un personaje amable y extravagante que vive en un barrio humilde. De vez en cuando va a visitar a su hermana que vive en una mansión ultramoderna. Su sobrino Gerald (Alain Bécourt) adora a su tío, pero su padre no ve con buenos ojos la estrecha relación que tiene con su extravagante cuñado.
CRÍTICA por
Tònia Pallejà
Tiempos modernos
Después de la excelente bienvenida que recibió la fabulosa "
Las vacacio-nes de M. Hulot" e implícitamente su memorable antihéroe protagonista, este monstruo de la comedia que fue Jacques Tati decidió proseguir la aventura cinematográfica cinco años más tarde. En "Mi tío" la extravagante figura de Monsieur Hulot, su alter ego delante de las cámaras, regresaba a la vida y acabó por consolidarse como un personaje fijo en su filmografía, además de muy querido por el públi-co. La cinta, escrita, dirigida e inter-pretada por Tati, como ya era habitual, fue merecedora del Premio Especial del Jurado en el Festival de Cannes de 1958 y del Oscar® a la Mejor Película Extranjera en 1959, amén de un aluvión consi-derable de galardones internacionales en toda Europa y América.
En esta ocasión conocemos a la remilgada parentela de Monsieur Hulot, los Arpel, a quienes visita con frecuencia en su ultramoderno chalet provisto de los más avanzados electrodomésticos (sólo la cocina, inmaculadamente blanca, ya es una compleja sala de má-quinas donde sentirse perdido) y decorado con un estilo tan van-guardista como poco acogedor y funcional. Su oronda y avasallado-ra hermana –siempre pasando un trapo para eliminar la suciedad inexistente y presumiendo de su vivienda “inteligente” ante los co-nocidos–, su cuñado –empresario del plástico, aburrido y papana-tas, que cede a los caprichos de su esposa– y su sobreprotegido sobrino, Gérard –con quien Hulot comparte una entrañable amistad teñida de complicidad, pese a que el padre del niño no lo vea con buenos ojos– forman la típica familia burguesa que cae en los más ridículos comportamientos movidos por la apariencia, ese “querer ser” de cara a la galería y la posesión material como reafirmación de su estatus. Como en "Las vacaciones de M. Hulot", este solte-rón larguirucho será de nuevo el elemento que desentone en un ambiente no concebido para él. Su acostumbrada torpeza, junto a sus descuidos, generarán una serie de situaciones calamitosas cuando el Sr. Arpel le ofrezca un empleo en su fábrica y la Sra. Ar-pel se empeñe en emparejarlo con su sofisticada y boba vecina. Al intentar remediar el entuerto, la buena voluntad de Hulot provocará otras desgracias...
Con esta nueva incursión humorís-tica, filmada en color, Tati modera un tanto la carga hilarante que prevalecía en la disparatada "Las vacaciones de M. Hulot". El discurso de "Mi tío", aun dejando todavía espacio para la carca-jada, cede más terreno a esa sonrisa sostenida que embarga al espectador cuando reconoce la aguda disección que concede la ironía y se siente con-siderado por el autor como un recep-tor inteligente y partícipe activo de la obra. El realizador francés levanta aquí una crítica mucho más ácida contra la sociedad moderna, tecni-ficada y deshumanizada, en base a dos ejes narrativos: la indus-tria de mangueras de su cuñado y la vivienda familiar de su herma-na, ese domicilio completamente automatizado puesto al servicio de una nueva clase media-alta regida por lo superficial y lo frívolo, y con unas pretensiones de progreso tecnológico que no encuentra equivalente a nivel cultural. Es ésta una tradición temática que ya se inició con la genial "
Metrópolis" de Fritz Lang, allí contada a tra-vés de una titánica fábula sobre la lucha de clases, pero en "Mi tío" Tati recoge sobre todo el legado de Charles Chaplin y su célebre "Tiempos modernos", con un ser humano sometido a la dictadura de la máquina y despersonalizado por el trabajo en cadena. Esta prisión mecanizada afecta tanto al obrero como al ama de casa (véanse los problemas con que se encuentra Hulot cuando entra a trabajar en la empresa de tubos de plástico o intenta conseguir un vaso en la cocina de su hermana).
Pero Tati también es consciente de que cada infraestructura da pie a unas relaciones sociales de distinta índole, y por eso no sólo centra su atención en la relación entre sujeto y objeto, o sujeto y medio, sino también en las conductas y relaciones que nacen en cada entorno. Posteriormente, en "Playtime", llevaría esta idea al extremo en el espacio de las terminales de los aeropuertos. No sorprende, pues, que los arquitectos alabaran su visionaria concep-ción.
Se puede encontrar, además, en la figura del pequeño Gérard una crítica a los sistemas familiares, con esos padres trabajadores que se distancian de sus hijos, más cercanos, afectivamente, a otros parientes como sucede con Hulot y su sobrino.
Para reforzar lo absurdo de las pautas de comportamiento de la clase acomodada, Tati crea un marcado contraste entre dos formas de entender la vida, dos mundos separados por el dinero pero también por la noción de hogar o de tiempo de ocio. Así, en otro punto de la ciudad nos presenta el humilde barrio de Hulot, un ambiente sencillo en el que sobrevive la cordial y viva-racha dinámica de un pueblecito, con sus gentes reunidas en el mercado y las calles llenas de actividad. Nada que ver con el frío e impersonal vacío que reina en la parte alta. Lo mismo se podría de-cir del edificio donde vive Hulot, antiguo y de acceso difícil, pero lle-no de vida, frente al chalet de los Arpel, esnob, gélido y poco prác-tico.
En el plano argumental, "Mi tío" dis-pone de una mayor complejidad que su anterior trabajo, con distintas sub-tramas que buscan resolverse, parale-lismos, oposiciones, metáforas, con-trapuntos y más cambios de escena-rio. También los diálogos, sin llegar a dominar en ningún caso el relato, ad-quieren una presencia más consisten-te, evolucionando un paso a partir del simple sonido ambiental de fondo ca-racterístico de "Las vacaciones de M. Hulot". No obstante, y como ocurría con aquélla, "Mi tío" podría ser enten-dida perfectamente si eliminásemos el volumen. Se trata, una vez más, de un cine mudo al que se le ha incorporado el sonido, donde la auténtica protagonista es la imagen, la mímica, la reunión de personas en torno a una actividad. El uso de planos generales para captar mejor to-dos los detalles y el clima que se respira en cada lugar, y la aten-ción que se les concede a todos los caracteres secundarios son otras constantes que se repiten.
El film concentra algunos de los gags visuales más conocidos de Tati. Por poner sólo unos ejemplos, las mangueras que se convier-ten en salchichas, el surtidor de agua en forma de pez o el ya men-cionado de la cocina. Mientras en "Las vacaciones de M. Hulot" el slapstick estaba ligado o propiciado por objetos o actividades, aquí se añaden una serie de gags completamente vinculados al propio decorado de la acción, tanto en la casa de Hulot (cuando le vemos ascender hasta su piso por el laberinto de escaleras, a través de las aberturas de la fachada) como en la de los Arpel (las sombras en las ventanas redondas que las hacen parecer dos ojos obser-vando el exterior).
Hulot continúa encontrando en niños y animales un alma gemela, ya sea porque, al contrario que los adultos, le acep-tan tal como es e incluso le admiran (su sobrino Gérard), ya sea porque agradecen su bondad (el canario que canta cuando le proporciona la luz del sol), ya sea porque los identifica como seres libres, no atados por las convenciones sociales (los perros calleje-ros). Por ello, también opone el mundo acartonado de la burguesía y el de la clase trabajadora. En el caso de los niños, a quienes les destina varias secuencias, la casualidad hace que su sobrino se vea seducido por las inocentes trastadas de una banda de pillos. De igual manera, el perro salchicha de su hermana, vestido con una tela de cuadros, se mezcla con los perros vagabundos que buscan comida entre los cubos de basura.
En "Mi tío" el director galo cuenta como siempre con actores de-butantes en la gran pantalla, algunos de los cuales, gracias a su participación en esta película, iniciaron su carrera cinematográfica.
Seguramente habría bastante más que comentar en torno al presente film dado el detenimiento con que Tati confeccionaba cada uno de sus pro-yectos, sujetos a varios niveles de análisis y repletos de pormenores en diferentes planos, pero manteniendo en todo momento una apariencia lla-na, próxima, inocente y encantadora. Película de visionado obligado (les re-comiendo que hagan una sesión do-ble precedida por "Las vacaciones de M. Hulot"), que se convierte en un di-vertido bisturí que abre en canal los males de la sociedad moderna sin salirse nunca de los amables márgenes del Universo Tati. Personalmente echo en falta la chispa de su anterior cinta y, tal vez, con la perspectiva temporal, también haya envejecido menos dignamente, eso sí, sin perder nunca el interés, la capacidad de in-cisión, la lucidez o ese poso de ternura que se contagia
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